El hambre emocional es la necesidad de comer que siente una persona cuando está triste, encerrada, aburrida o, simplemente, frustrada porque no logra bajar de peso; a diferencia del hambre real, que es una señal indicadora de que el organismo necesita nutrientes para llevar a cabo sus funciones metabólicas y energía para funcionar.
La Dra. Magdalena Farías, nutrióloga del Centro de Nutriología de su mismo
nombre y de la Sociedad Chilena de Cirugía Bariátrica y Metabólica, explica que el
hambre emocional se produce cuando el acto de comer se transforma en un recurso conductual para bajar la ansiedad que producen ciertas emociones desagradables. “Por ejemplo, pacientes que no logran identificar ni tampoco lidiar con emociones y frente a esto, en su cerebro está arraigado el patrón de buscar azúcar o hidratos de carbono para regular estas emociones y sentirse mejor. En definitiva, son personas que buscan gratificación en la comida luego de un día estresante, que llegan al día viernes pensando con qué se van a premiar el fin de semana”, indica.
Según la experiencia clínica de la especialista, a causa de la pandemia y el estrés, más del 50% de los pacientes que ha atendido en los últimos meses han desarrollado hambre emocional como un síntoma, pudiendo estar o no asociado a aumento de peso. “La principal consecuencia del hambre emocional es que, cuando las personas llevan mucho tiempo comiendo de forma inadecuada o respondiendo a un patrón de hambre emocional, ya no son capaces de diferenciar uno de otro. Y esto es porque los hábitos de estilo de vida poco saludables generan una alteración en las señales relacionadas con el apetito y la saciedad”, asegura.
Tratamiento para el hambre emocional
La nutrióloga señala que en los tratamientos para el hambre emocional, el primer objetivo a plantear con los pacientes es la reconexión con las percepciones de apetito y saciedad, junto con educar en el estilo de alimentación, es decir, enseñar a comer de manera sana, intuitiva y sin contar calorías.
Recomendaciones:
Lo importante, entonces, es aprender a reconocer e identificar el hambre real del emocional e intentar comer cuando nuestro cuerpo lo requiera por necesidad de nutrientes y llevar a cabo sus funciones.