Hace unos meses, la Organización Mundial de la Salud (OMS) instauró el concepto Fatiga Pandémica, para referirse a la sensación de agotamiento físico y mental respecto de las medidas restrictivas de prevención de contagio y control de la propagación del coronavirus, como el uso de mascarilla, distanciamiento físico y cuarentenas prolongadas.

Un síndrome que se manifiesta, principalmente, por una actitud general de resistencia y rebeldía de las personas respecto de las medidas sanitarias y que los lleva a cierto grado de laxitud o relajo en cuanto a las normas de prevención de contagio del virus.

Romina León, psicóloga del Centro Médico Cetep, explica que, si bien todos somos susceptibles de padecer fatiga pandémica, la manifestación puede variar en relación con la etapa del ciclo vital, de manera que niños y adolescentes se podrían mostrar más irritables y descontentos emocionalmente, mientras que en adultos podría ser más frecuente la sensación de decaimiento, falta de motivación y aletargamiento, así como también irritabilidad.

De agudizarse estos síntomas, la especialista advierte ciertos riesgos, como, por ejemplo, contagiarse de Covid. “Las medidas de prevención, el encierro y la alteración de la rutina previa a la pandemia han significado un esfuerzo prolongado que genera cansancio y agobio. A esto se suma una disminución de la percepción de riesgo en general, que hace que la gente se empiece a relajar y a perder rigurosidad en la conducta de autocuidado y prevención del contagio”, asegura.

Por otro lado -indica la psicóloga-, desde el punto de vista de la salud mental, la fatiga pandémica podría derivar en la llamada “languidez”, que ha sido un concepto que ha cobrado relevancia durante la pandemia y que consiste en una sensación de desmotivación, falta de energía y estancamiento, para llegar incluso a casos más complicados con manifestaciones angustiosas u otro tipo de alteración del ánimo.