Sudor y vasodilatación

“La termorregulación en el ser humano se relaciona directamente con la actividad de las glándulas sudoríparas que están distribuidas en la superficie corporal. Existen unos sensores o terminaciones nerviosas en la dermis, que envían información al centro de control en el hipotálamo. Éste es el responsable de ordenar la producción de sudor y la dilatación de los vasos sanguíneos cuando nos exponemos al calor”, explica la especialista.

Así, cuando la temperatura ambiental aumenta, a nivel cutáneo se activa la producción de sudor y la vasodilatación para enfriar el cuerpo. Otros efectos del calor es que la piel se sentirá seca y con enrojecimiento generalizado.

“La exposición exagerada al calor puede desencadenar algunos cuadros patológicos como agotamiento extremo, calambres, entre otros. Estos se relacionan con la pérdida de sales minerales a través del sudor. A nivel cutáneo pueden aparecer cuadros irritativos por el exceso de transpiración”, advierte la dermatóloga.

Otra alteración asociada al calor se da en los pliegues de la piel. “Cuando se comprometen los pliegues por la humedad mantenida, puede producirse maceración de la piel superficial con el riesgo de infecciones por bacterias y hongos”, afirma la Dra. Orlandi.

Agua y cremas

En verano la hidratación debe intensificarse y no se trata solo de beber agua porque, además, debe considerarse la aplicación de lociones y cremas hidratantes. “La piel no depende sólo del agua, sino que necesita ayuda para evitar la pérdida excesiva de líquido, para lo cual podemos usar algunos tipos de cremas que se aplican en la superficie y contribuyen a retener agua en la capa córnea, que es la parte más superficial de nuestra epidermis, en contacto con el medio ambiente”, precisa la especialista.

Recuerda que la piel está expuesta al sol y los efectos del calor. Mantenerla hidratada con consumo de agua y aplicación de cremas hidratantes es clave.