Con la aparición de nuevas redes sociales y el uso cada vez más temprano por parte de los niños, se hace más difícil regular el tiempo que los menores pasan “pegados” a las pantallas. Un tema del que hay que hacerse cargo, considerando que el uso excesivo puede causar en los más pequeños efectos negativos en su salud y desarrollo emocional. Algunos estudios han demostrado que los niños que pasan más tiempo frente a las pantallas son más propensos a presentar síntomas emocionales como ansiedad, depresión, un estado de ánimo bajo y miedo. También pueden presentar signos conductuales como problemas para controlar la ira y conducta oposicionista o desafiante, además de dificultades para concentrarse y comportamiento impulsivo.
Romina Palavecino, psicóloga de Grupo Cetep explica que el exceso de pantallas en niños pequeños puede tener las siguientes consecuencias:
Facilidad para experimentar descontrol, ya que en ocasiones, cuando no se cuenta con la supervisión parental, el menor puede verse expuesto a contenidos que están fuera de su capacidad para simbolizar, por lo tanto, pueden ser vivenciados como intrusivos, generando temor y ansiedad, o iniciándolos a temas que no corresponden a su temporalidad psíquica.
Dificultad para aceptar el aburrimiento y los tiempos de espera. “La velocidad con la que se mueve la tecnología nos introduce en una lógica de inmediatez, donde la espera genera irritabilidad y desazón creando un escenario ilusorio de que todo es posible”, indica
Afectar el desarrollo de habilidades sociales, ya que limita el contacto real con otros y fomenta la pasividad.
Quiebre entre lo público y lo privado. “Esta consecuencia no tiene directa relación con el consumo de pantallas de los niños, sino con el consumo que hacen los padres, por ejemplo, al subir fotografías de los hijos en redes sociales. Esto puede tener un efecto perjudicial dejando expuesta a la vista la intimidad de nuestros niños”, advierte.
¿A partir de cuándo y hasta dónde son beneficiosas las pantallas?
Según la especialista, el uso de pantallas y dispositivos digitales pueden ser beneficiosas o perjudiciales dependiendo del uso que se les dé. “En el caso de los niños pequeños, es recomendable restringir el acceso antes de los 18 meses de edad. Si se introduce a los 18 y 24 meses, hay que evitar su uso cuando estén solos y asegurarse de que el contenido sea de alta calidad, es decir, tenga un sentido creativo. De 2 a 5 años, se recomienda menos de 1 hora al día de programación de alta calidad. Para los niños mayores, se recomienda menos de 2 horas diarias entre todas las pantallas. Recordemos que cada menor es diferente y que el uso de dispositivos electrónicos no es necesariamente malo. Lo importante es encontrar un equilibrio que funcione para todos los miembros de la familia”, aconseja.
La psicóloga indica que la adicción a las pantallas puede ser identificada por la imposibilidad del niño para establecer otro tipo de juego que no esté ligado al uso de dispositivos electrónicos, tabletas y computadoras, y presentar irritabilidad al momento de suspenderlos.
Consejos para “desconectar” a los niños
Establecer reglas para el tiempo frente a las pantallas. “Para ello, es importante poner horarios específicos para el uso de dispositivos electrónicos”, indica.
Favorecer la alternancia entre juegos con y sin pantallas.
Acompañar al niño en su juego, eligiendo con ellos programas o juegos de calidad que fomenten las prácticas creativas que favorezcan la capacidad de espera y el control de la ansiedad. “Es clave hablar con el niño sobre lo que hace y ve en las pantallas, negociar y ofrecer alternativas antes de prohibir, establecer sitios comunes del hogar y reducir su uso en lugares privados como el dormitorio”, señala.
Que los pequeños aprendan a disfrutar de otras actividades distintas a las pantallas. Algunas actividades que pueden ayudar son juegos de mesa, hacer manualidades, cocinar, leer, ir al parque, practicar deportes. “Los adultos tenemos una responsabilidad importante en que el niño pueda incorporar otras formas de juego y disfrute que le permitirán un desarrollo psíquico saludable. Para ello, es necesario que puedan percibir el disfrute y la conexión de sus padres o cuidadores a la hora de compartir con ellos, para un desarrollo saludable”, afirma.
Es importante recordar que cada familia es diferente y lo que funciona para una puede no funcionar para otra. La clave es encontrar actividades que sean divertidas y significativas para todos los miembros de la familia.