La experta indica que los estresores en época de Navidad son distintos para cada persona y eso va a depender de su realidad y de lo que esté viviendo en ese momento. Por ejemplo, alguien que está pasando por una mala situación económica, que ha perdido a un ser querido, que ha tenido un quiebre amoroso reciente o tenga alguna enfermedad, va a vivir una Navidad distinta y, probablemente, difícil. “En cuanto a los factores estresantes más comunes o generales son estos ‘deberías’, tan propios de estas fechas. Hay personas que sienten la obligación de pasar la Navidad con su familia, cuando el resto del año tienen una relación frágil o derechamente una mala relación. También está el ‘deber’ de regalar algo material y, en muchos casos, existe la imposición de tener una cena rica y costosa, cuando en realidad podríamos comer algo sencillo y disfrutar de la compañía. La mayoría de estos mandatos son inconscientes y los tenemos internalizados, por tanto, los seguimos perpetuando a través de los años. Lo importante es que regulemos nuestras expectativas y hagamos lo que realmente queremos hacer y que nos haga sentido”, aconseja.

Factor inflación

El tema económico es otro factor estresante en esta época navideña, asegura la psicóloga. “Hacer regalos materiales es una tradición y nos sentimos obligados a seguir con ella, cuando es comprensible y sensato que, dado los tiempos difíciles en la economía del país, reemplacemos este tipo de obsequios por experiencias con más sentido emocional. La incertidumbre económica es alta porque la inflación sigue subiendo. Esto genera ansiedad y estrés, por tanto, lo aconsejable es no darle prioridad a lo material, sino a la salud mental ya que sabemos que si gastamos de más, nuestra ansiedad y estrés pueden incrementarse”, afirma.

En ese sentido, la especialista advierte que hay múltiples consecuencias de un estrés elevado y sostenido en el tiempo. “Recordemos que el cortisol se eleva cuando estamos estresados en modo de alerta. El exceso de cortisol resulta tóxico para el organismo porque daña, principalmente, el sistema inmunológico, es decir, bajan las defensas y somos proclives a enfermarnos más. Cuando nos preocupamos o percibimos una amenaza, el cortisol sube preparando al cuerpo para huir o luchar. El tema es que el cerebro no distingue entre una amenaza real de una imaginaria, por tanto, si estamos estresados o preocupados respecto de qué haremos en Navidad, qué voy a regalar, con quién voy a compartir, entre otros, el cerebro se activa en modo ‘amenaza’ y nuestro organismo se altera igual como si estuviésemos ante un león y debiésemos correr por nuestra vida”, señala.

Ya sabes, dado los tiempos difíciles en la economía del país, reemplacemos los regalos materiales por experiencias emocionales, para darle un nuevo sentido y no gastar de más. Así, de paso, evitas caer en el estrés y ansiedad de estas fechas .