¿Te gusta comer algo rico, pero no saludable, mientras ves tu serie favorita, o te consuelas con un atracón de chocolate cuando estás triste? Son reacciones impulsivas desde la emoción, antojos que producen una sobre ingesta de alimentos reconfortantes sin saciar al cuerpo, lo que no aporta al bienestar a largo plazo, ni responden a una necesidad objetiva, hambre fisiológica, de alimentación.
¿Por qué nos antojamos cuando no nos sentimos bien emocionalmente? Porque nos dejamos llevar por emociones o impulsos, no porque necesariamente tengamos hambre. “La comida no solo satisface una necesidad física, sino que muchas veces cumple la función de consolarnos, divertirnos o darnos placer inmediato”, dice la psicóloga Pamela Maercovich, fundadora de Escuela Salud & Consciencia, y directora del Diplomado en Alimentación Emocional & Mindfulness en la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI).
Además, que los antojos por lo general sean estimulantes, pero poco nutritivos, también tiene una explicación. “Muchas personas tienen antojos de alimentos poco saludables y los consumen impulsivamente debido a cómo nuestro cerebro responde al estrés y a las emociones fuertes. En esos momentos, el cerebro activa su ‘modo de emergencia’ emocional, buscando alivio rápido, y los alimentos altos en azúcar, sal y grasas ofrecen una satisfacción inmediata que calma temporalmente”, explica la psicóloga especializada en alimentación consciente.
Estar consciente y conocerse
Si te propones comer de manera consciente y autorregulada, es posible lograrlo mediante el desarrollo de un proceso personal de autoconocimiento y regulación emocional. En ese desafío, la práctica del mindfulness (conciencia plena) es una efectiva herramienta de apoyo.
“Para mejorar nuestra relación con la comida y regular la ingesta emocional, es esencial trabajar en una progresión que comienza por escuchar y conocer tu cuerpo, sus señales corporales de hambre real y saciedad y continúa con conocer lo que sientes, poder escuchar y conocer tus emociones. En el programa de Alimentación Emocional & Mindful Eating que hemos desarrollado seguimos este enfoque paso a paso”, explica Pamela Maercovich.
¿Tengo hambre física o emocional?
Entre los pasos necesarios para mejorar nuestros hábitos de alimentación, primero es clave la conciencia corporal para aprender a identificar las señales del hambre real u objetiva, para distinguir si lo que sentimos es hambre física o emocional. “La práctica de mindfulness es clave en esta fase, ya que fortalece nuestra capacidad de percibir y comprender las señales internas del cuerpo”, indica.
Una vez que confirmamos que no es hambre fisiológica, debemos activar recursos y habilidades para regular el hambre emocional. “Esto nos permite hacer una pausa, explorar nuestras emociones sin juzgarlas, buscar otras formas de autocuidado y alivio emocional además de la comida. Este enfoque en progresión, de primero conectar con el cuerpo y luego responder a las emociones, permite abordar el hambre emocional desde el autoconocimiento, el autocuidado y el respeto por el cuerpo, promoviendo una relación más equilibrada y saludable con la alimentación”, propone la profesional.
Consejos útiles
Pamela Maercovich sugiere consejos prácticos para mantener una relación consciente y equilibrada con la comida. Así podrás prevenir y regular los antojos:
Recuerda que los antojos no saludables suelen ser una forma impulsiva de aliviar o satisfacer emociones. Alimentarnos de manera consciente y con regulación emocional nos ayuda a prevenirlos y manejarlos.