¿Qué pueden tener en común un bebé con un chichón en su frente por un golpe, una mujer con cistitis (vejiga inflamada) o un anciano con sus pies inflamados porque sufre retención de líquido?
En todos ellos se inflamó un tejido como una reacción natural del organismo ante un riesgo o amenaza, lo que provoca un mecanismo de defensa autoinmune que se manifiesta como una inflamación. Si bien lo normal es que, una vez superada la amenaza, el cuerpo vuelve al equilibrio y se desinflame, en ocasiones los procesos inflamatorios se vuelven crónicos y pueden dar lugar a diversas enfermedades que tienen a la inflamación crónica como patrón.
Ahora bien, la reducción de la inflamación no solo se logra mediante medicamentos indicados por un médico para tratar una lesión o enfermedad, sino que también se puede alcanzar con la contribución de la alimentación que nos proporciona nutrientes con propiedades antiinflamatorias.
Entre los nutrientes más beneficiosos para reducir los procesos inflamatorios están los ácidos grasos omega-3, también conocidos como “grasas buenas o saludables”. Dos de ellos son el EPA (ácido eicosapentaenoico) y el DHA (ácido docosahexaenoico), los principales dentro del grupo omega-3.
“Son ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga, se consideran ácidos grasos esenciales porque el organismo los requiere para su funcionamiento normal y no los puede producir, por lo que necesitamos incorporarlos a través de nuestra alimentación”, explica Mauricio Ríos, nutricionista y docente de la Facultad de Medicina UC.
Propiedades antiinflamatorias
Entre los beneficios de los ácidos grasos omega-3, destacan aquellos relacionados con su capacidad para reducir procesos inflamatorios que afectan al organismo, alteraciones que se pueden volver crónicas y que son responsables de diversas enfermedades del sistema cardiovascular o el respiratorio, por ejemplo.
En particular, el ácido EPA y el ácido DHA tienen propiedades antiinflamatorias, gracias a complejos procesos bioquímicos que producen agentes anti-inflamatorios, así como bloquear o inhibir agentes proinflamatorios en el organismo.
Otros beneficios y funciones
Los ácidos grasos omega-3 también tienen una acción benéfica para el funcionamiento y desarrollo del cerebro, el sistema cardiovascular, el metabolismo y el sistema inmune. “El EPA es un ácido graso básico para la regulación de la funcionalidad cerebral, el desarrollo óptimo del cerebro y la vista. Mientras que el DHA es un ácido graso estructural, pues forma parte de las membranas celulares y es también importante para el desarrollo visual durante la gestación y la primera infancia”, acota el docente.
Alimentos ricos en omega-3
Mauricio Ríos hace un alcance importante, que se refiere a consumir ácidos omega-3 en una cantidad proporcional o similar a la de ácidos omega-6, que es otra “grasa buena o saludable” o poliinsaturada, que se encuentra en los aceites vegetales, nueces y semillas. “Se requiere una relación de 1:1 de alimentos que contienen omega-3 y aquellos que son ricos en omega-6, es decir consumir estos alimentos en forma proporcional”, describe el nutricionista.
Por último, el profesional recuerda que para determinar la cantidad diaria a consumir de omega-3, omega-6 y otros nutrientes, lo indicado es acudir a la consulta de un nutricionista. “La asesoría de un nutricionista contribuirá a cubrir las necesidades a través de alimentos, o bien complementarlos con el uso de un suplemento, para generar una alimentación balanceada en relación a otros nutrientes importantes para el funcionamiento de nuestro organismo”.
Recuerda que los ácidos omega-3, EPA y DHA, son fundamentales para la salud, pero como el organismo no los produce necesitamos obtenerlos de los alimentos. Entre sus beneficios, contribuyen a reducir la inflamación.